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CARRUSEL 2023-24

miércoles, 26 de marzo de 2014

"El esclavo de hoy es el que ha optado por el sometimiento. Uno se ve libre y se explota a sí mismo hasta el colapso" (Byung-Chul Han)


Aviso de derrumbe

Byung-Chul Han, pensador coreano afincado en Berlín, es la nueva estrella de la filosofía alemana.

 
Reproducimos la reseña publicada en:



La asfixiante competencia laboral, el exhibicionismo digital y la falaz demanda de transparencia política son los males contemporáneos que analiza en su obra

Francesc Arroyo 22 MAR 2014

 

 


 

El filósofo coreano afincado en Berlín Byung-Chul Han. / Alexandra Kinga Fekete

No es extraño que Alemania, el país que ha producido mentes como las de Kant, Hegel, Nietzsche o Marx, tenga devoción por la filosofía, lo inusual es que la nueva revelación del pensamiento alemán —tronco inevitable del pensamiento occidental moderno— sea un autor oriental que cuando era un treintañero cambió Corea del Sur por Europa. Hoy los libros de ese autor, Byung-Chul Han, son prestigiosos superventas en un país que todavía discute apasionadamente a sus filósofos vivos, sean Jürgen Habermas, Peter Sloterdijk o Richard David Precht. Han ya es uno de ellos.

Byung-Chul Han nació en 1959 en Seúl y allí estudió metalurgia, pero pronto llegó a la conclusión de que con aquello no iba a ninguna parte. La carrera ni siquiera le interesaba. Decidió instalarse en Alemania y estudiar literatura, aunque acabó interesado en la filosofía. En 1994 se doctoró por la Universidad de Múnich con una tesis sobre Martin Heidegger y poco después se estrenó como profesor universitario tras haber obtenido la habilitación en Basilea. Actualmente enseña Filosofía en la Universidad de las Artes de Berlín después de ejercer en la Escuela Superior de Diseño de Karlsruhe al lado de Sloterdijk, que no ha evitado polemizar con el que muchos consideran su sucesor en el trono simbólico de la filosofía germana.

En los últimos meses se han publicado en España dos libros de Han —La sociedad del cansancio y La sociedad de la transparencia—, en abril aparecerá un tercero —La agonía de Eros (en la editorial Herder, como los anteriores)— y varios más serán traducidos pronto. En ellos analiza los males del presente: el hombre contemporáneo, sostiene el filósofo, ya no sufre de ataques virales procedentes del exterior; se corroe a sí mismo entregado a la búsqueda del éxito. Un recorrido narcisista hacia la nada que lo agota y lo aboca a la depresión. Es la consecuencia insana de rechazar la existencia del otro, de no asumir que el otro es la raíz de todas nuestras esperanzas. Más aún, solo el otro da pie al eros y es precisamente el eros el que genera el conocimiento.

La entrevista se celebra en el Café Liebling, situado en la berlinesa Raumerstrasse, en Prenzlauer Berg, un barrio que ha pasado en poco tiempo de bohemio a aposentado. Suena una música ambiental suave que los camareros no tienen problema en suavizar aún más para evitar interferencias en la grabación de la charla. Han es puntual a la cita. Se sienta y pide café. La primera pregunta es sobre la relación directa que él establece entre el eros y el pensamiento. Mira al entrevistador, se mira las manos, se mesa el cabello, calla. Al cabo de unos segundos empieza a hablar: “Creo que para responder a eso necesitaría antes pensar durante un par de semanas”. En apariencia deja el asunto de lado, aunque lo abordará al final de la entrevista. No tiene prisa. Se toma su tiempo. Para todo. “Cuando llegué a Alemania, ni siquiera conocía el nombre de Martin Heidegger”, cuenta. “Yo quería estudiar literatura alemana. De filosofía no sabía nada. Supe quiénes eran Husserl y Heidegger cuando llegué a Heidelberg. Yo, que soy un romántico, pretendía estudiar literatura, pero leía demasiado despacio, de modo que no pude hacerlo. Me pasé a la filosofía. Para estudiar a Hegel la velocidad no es importante. Basta con poder leer una página por día”.

Cualquier cosa menos volver a la metalurgia que había dejado en Corea. “Al final de mis estudios me sentí como un idiota. Yo, en realidad, quería estudiar algo literario, pero en Corea ni podía cambiar de estudios ni mi familia me lo hubiera permitido. No me quedaba más remedio que irme. Mentí a mis padres y me instalé en Alemania pese a que apenas podía expresarme en alemán”.

Inició un proceso de aprendizaje del idioma y de nuevas materias que le permitieran comprender los problemas que aquejan al hombre de hoy. Explicarlo es el objetivo de sus libros. A diferencia de lo que ocurría en tiempos pasados, cuando el mal procedía del exterior, ahora el mal está dentro del propio hombre, subraya Han: “La depresión es una enfermedad narcisista. El narcisismo te hace perder la distancia hacia el otro y ese narcisismo lleva a la depresión, comporta la pérdida del sentido del eros. Dejamos de percibir la mirada del otro. En uno de los últimos textos que he escrito insisto en que el mundo digital es también un camino hacia la depresión: en el mundo virtual el otro desaparece”. ¿Hay posibilidades de vencer ese estado depresivo? “La forma de curar esa depresión es dejar atrás el narcisismo. Mirar al otro, darse cuenta de su dimensión, de su presencia”, sostiene. “Porque frente al enemigo exterior se pueden buscar anticuerpos, pero no cabe el uso de anticuerpos contra nosotros mismos”.

Para precisar lo que sugiere recurre a Jean Baudrillard: el enemigo exterior adoptó primero la forma de lobo, luego fue una rata, se convirtió más tarde en un escarabajo y acabó siendo un virus. Hoy, sin embargo, “la violencia, que es inmanente al sistema neoliberal, ya no destruye desde fuera del propio individuo. Lo hace desde dentro y provoca depresión o cáncer”. La interiorización del mal es consecuencia del sistema neoliberal que ha logrado algo muy importante: ya no necesita ejercer la represión porque esta ha sido interiorizada. El hombre moderno es él mismo su propio explotador, lanzado solo a la búsqueda del éxito. Siendo así, ¿cómo hacer frente a los nuevos males? No es fácil, dice. “La decisión de superar el sistema que nos induce a la depresión no es cosa que solo afecte al individuo. El individuo no es libre para decidir si quiere o no dejar de estar deprimido. El sistema neoliberal obliga al hombre a actuar como si fuera un empresario, un competidor del otro, al que solo le une la relación de competencia”.

Retomando la idea hegeliana de la dialéctica del amo y del esclavo, Byung-Chul Han denuncia que “el esclavo de hoy es el que ha optado por el sometimiento”. Y lo ha hecho a cambio de un modo de vida escasamente interesante, “la mera vida, frente a la vida buena”, dice, casi pura supervivencia. A cambio de eso, el hombre cede su soberanía y su libertad. Pero lo más llamativo es que el propio amo ha renunciado también a la libertad al convertirse en explotador de sí mismo. Ha interiorizado la represión y se ve abocado al cansancio y la depresión. Pero el cansancio y la depresión no se pueden interpretar como alienación, en el sentido tradicional marxista. “Solo la coerción o la explotación llevan a la alienación en una relación laboral. En el neoliberalismo desaparece la coerción externa, la explotación ajena. En el neoliberalismo, trabajo significa realización personal u optimización personal. Uno se ve en libertad. Por lo tanto, no llega la alienación, sino el agotamiento. Uno se explota a sí mismo, hasta el colapso. En lugar de la alienación aparece una autoexplotación voluntaria. Por eso, la sociedad del cansancio como sociedad del rendimiento no se puede explicar con Marx. La sociedad que Marx critica, es la sociedad disciplinaria de la explotación ajena. Nosotros, en cambio, vivimos en una sociedad del rendimiento de autoexplotación”. El hombre se ha convertido en un animal laborans, “verdugo y víctima de sí mismo”, lanzado a un horizonte terrible: el fracaso.

Como todo buen romántico, Han encuentra la solución en el amor. Hay que negar el presente represivo y aceptar la existencia del otro y, de su mano, la posibilidad del amor. Un buen ejemplo es la película Melancolía, de Lars von Trier. En ella aparece Justine, un personaje deprimido “porque es incapaz de amar. La depresión aparece como una imposibilidad de amor. Pero Justine alcanza a salir de la depresión gracias a la aparición de un planeta que va a destruir la Tierra. Es la amenaza de esa catástrofe la que le permite curarse de la depresión porque la hace capaz de percibir la existencia del otro. Primero, el otro es el planeta y luego los demás. Y al salir de la depresión se siente capaz de amar, de recuperar el sentimiento del eros”. Y es que “el eros es la condición previa del pensamiento. Sin el deseo hacia un ser amado que es el otro, no hay posibilidad de filosofía”.

Hay una relación directa entre eros y logos que pasa por descubrir al otro. Sin eso no hay posibilidad de verdad. El eros tiene una relación vital con el pensar. El logos sin eros sería pensamiento puro. Así termina La agonía de Eros, recuerda: “El pensamiento en sentido enfático comienza bajo el impulso de eros. Es necesario haber sido amigo, amante para poder pensar. Sin eros, el pensamiento pierde la vitalidad y se hace represivo”. Ahí está el ejemplo de Alcibíades, que accede al conocimiento gracias a la seducción que Sócrates ejerce sobre él. “Siempre se había pensado que el eros estaba excluido, pero es condición para el pensamiento”, insiste. “Es el amigo el que introduce una relación vital que hace posible el pensar”. Por el contrario, “la falta de relación con el otro es la principal causa de la depresión. Esto se ve agudizado hoy en día por los medios digitales, las redes sociales”. La soledad, la incapacidad para percibir al otro, su desaparición.
 

Mientras Grecia y España están en ‘shock’ por la crisis,
se endurecen la competencia descarnada y los despidos

No hay, sin embargo, que confundir la seducción con la compra. “Creo que no solo Grecia, también España, se encuentran en un estado de shock tras la crisis financiera. En Corea ocurrió lo mismo, tras la crisis de Asia. El régimen neoliberal instrumentaliza radicalmente este estado de shock. Y ahí viene el diablo, que se llama liberalismo o Fondo Monetario Internacional, y da dinero o crédito a cambio de almas humanas. Mientras uno se encuentra aún en estado de shock, se produce una neoliberalización más dura de la sociedad caracterizada por la flexibilización laboral, la competencia descarnada, la desregularización, los despidos”. Todo queda sometido al criterio de una supuesta eficiencia, al rendimiento. Y, al final, explica, “estamos todos agotados y deprimidos. Ahora la sociedad del cansancio de Corea del Sur se encuentra en un estadio final mortal”.

En realidad, el conjunto de la vida social se convierte en mercancía, en espectáculo. La existencia de cualquier cosa depende de que sea previamente “expuesta”, de “su valor de exposición” en el mercado. Y con ello “la sociedad expuesta se convierte también en pornográfica. La exposición hasta el exceso lo convierte todo en mercancía. Lo invisible no existe, de modo que todo es entregado desnudo, sin secreto, para ser devorado de inmediato, como decía Baudrillard”. Y lo más grave: “La pornografía aniquila al eros y al propio sexo”. La transparencia exigida a todo es enemiga directa del placer que exige un cierto ocultamiento, al menos un tenue velo. La mercantilización es un proceso inherente al capitalismo que solo conoce un uso de la sexualidad: su valor de exposición como mercancía.

Lo propio ocurre en la exigencia de transparencia en la política: “La transparencia que se exige hoy en día de los políticos es cualquier cosa menos una demanda política. No se pide la transparencia para los procesos de decisión que no interesan al consumidor. El imperativo de transparencia sirve para descubrir a los políticos, para desenmascararlos o para escandalizar. La demanda de transparencia presupone la posición de un espectador escandalizado. No es la demanda de un ciudadano comprometido, sino de un espectador pasivo. La participación se realiza en forma de reclamaciones y quejas. La sociedad de la transparencia, poblada de espectadores y consumidores, es la base de una democracia del espectador”.

La exigencia de transparencia, acompañada del hecho de que el mundo es un mercado, hace que los políticos no acaben siendo valorados por lo que hacen, sino por el lugar que ocupan en la escena. “La pérdida de la esfera pública genera un vacío que acaba siendo ocupado por la intimidad y los aspectos de la vida privada”, afirma. “Hoy se oye a menudo que es la transparencia la que pone las bases de la confianza. En esta afirmación se esconde una contradicción. La confianza solo es posible en un estado entre conocimiento y no conocimiento. Confianza significa, aun sin saber, construir una relación positiva con el otro. La confianza hace que la acción sea posible a pesar de no saber. Si lo sé todo, sobra la confianza. La transparencia es un estado en el que el no saber ha sido eliminado. Donde rige la transparencia, no hay lugar para la confianza. En lugar de decir que la transparencia funda la confianza, habría que decir que la transparencia suprime la confianza. Solo se pide transparencia insistentemente en una sociedad en la que la confianza ya no existe como valor”. Un ejemplo de esta contradicción es el Partido Pirata que se presenta a sí mismo como el de la transparencia, lo que en realidad equivale a una propuesta de despolitización. “Se trata, en realidad, de un antipartido”, afirma Han.

Y se ha diluido también la “verdad”, porque en la sociedad de la transparencia lo que importa es la apariencia. Parte de su discurso recuerda el de los situacionistas franceses de los sesenta, que sostenía que la historia podía explicarse por el predominio de los verbos que explican las cosas. En la antigüedad, lo importante era el ser, pero el capitalismo impuso el tener. En la actual sociedad del espectáculo, sin embargo, domina la importancia del parecer, de la apariencia. Así lo resume Han: “Hoy el ser ya no tiene importancia alguna. Lo único que da valor al ser es el aparecer, el exhibirse. Ser ya no es importante si no eres capaz de exhibir lo que eres o lo que tienes. Ahí está el ejemplo de Facebook, para capturar la atención, para que se te reconozca un valor tienes que exhibirte, colocarte en un escaparate”. Y el mundo de la apariencia se nutre de las aportaciones de los medios de comunicación. Pero hay una gran diferencia entre el saber, que exige reflexión y hondura, y el conocer, que no aporta verdadero saber. “La acumulación de la información no es capaz de generar la verdad. Cuanta más información nos llega, más intrincado nos parece el mundo”.

 

“Si Andy Warhol es Dios, yo soy ateo” (Sergi Bellver)


A propósito de Agua dura, libro de relatos de Sergi Bellver, por Anna Maria Iglesia

Publicado en:


 
 
Ediciones del Viento
 

Definir un conjunto de relatos nunca es fácil, si bien todo único adjetivo parece reductivo cuando es aplicado a una novela, en el caso de los relatos los adjetivos no bastan pues, si bien los relatos, como es el caso de aquellos que componen Agua dura de Sergi Bellver, dialogan entre sí, son objetos narrativos individuales, ficciones cuyo nexo en común con los otros no puede –ni debe- ocultar su individualidad. En una extraña entrevista indiferida -como dirían algunos entorno a cuestiones bien distintas- dialogo con Sergi Bellver de sus relatos y, a partir, de ellos de su proyecto narrativo, un proyecto que, todavía aparentemente incompleto, sigue realizándose.

Defines tu libro de cuentos como una “espiral simbólica en torno al agua como metáfora oscura”, sin embargo, para el título, no defines el agua como oscura, sino dura. ¿Qué es el agua dura? ¿En qué sentido hace referencia a las relaciones humanas?
Desde luego, el libro trata de la complejidad de la conducta humana, en particular entre personas llamadas a convivir por esa condena que a veces llamamos familia, pero el título tiene una raíz bastante más sencilla que todo eso. Como habrás leído también en la contracubierta del libro o en el relato “Islandia”, cuando el narrador se encarama a hombros del protagonista dice “Otra vez los grifos descuidados y el agua dura, capaz de corroer todo a su paso, el agua dura que obstruía las cañerías e impedía que las cosas fluyeran”. La idea era escoger un elemento absolutamente cotidiano, sacarlo de contexto y dotarlo de sentido poético. Por no irnos muy lejos de la lavadora, y salvando las distancias, pues yo no tengo su talento, viene a ser algo así como lo que hizo Pablo García Casado con Dixán, su soberbio poema sobre el amor.

El agua aparece también con otras formas.
Sí, a partir de esa raíz, mi libro está lleno de juegos simbólicos con el agua, pero desde su naturaleza más amenazadora, aquella en la que podemos ahogarnos o en la que naufragan nuestros impulsos y deseos. A lo largo de los relatos se suceden las lluvias, los ahogados, las mareas, el hielo, las inundaciones, la nieve, las corrientes y las bañeras en las que, como cuando de niños pasábamos horas en ese asombro onírico y acuático, tal vez con un recuerdo inconsciente del vientre materno, todo adquiere un estado peculiar, una suerte de conciencia sumergida en algo menos estable y opaco que la tosca realidad.

 

Sergi Bellver | Foto: M
 

Tus relatos podrían definirse como neo fantásticos, donde “lo otro emerge de una nueva postulación de la realidad que modifica la organización del relato”. ¿Estás de acuerdo?
Cada vez que el reponedor del supermercado viene con su máquina de etiquetar, me convierto en una lata de tomate a la fuga y me escondo tras la caja más grande de cereales que sea capaz de encontrar. Fuera bromas, no tengo conciencia de escribir nada nuevo, ni fantástico, ni un vástago de ambas categorías. Catalogar eso se lo dejo a los demás. Simplemente intento permanecer fiel a mi propio mundo literario y a sus claves internas mientras escribo. Lo que sí es cierto es que soy permeable a lecturas y estéticas muy diferentes, y que no tengo complejos a la hora de mezclar en el crisol de mi escritorio a autores alabados o despreciados por el canon, como Poe y Stephen King, por ejemplo. Eso sí, la pócima resultante no sabría colocarla ni etiquetarla en ningún pasillo de ese supermercado literario. De hecho, cualquier apriorismo podría reconocer en mis relatos cosas distintas, pues hay realismo y extrañamiento, hay crudeza y lirismo, hay denuncia e imaginación, pero también juego con el contraste entre la violencia de las cosas y el mundo de los sueños.

Elementos que te acercan a tu objetivo…
Digamos que me gustaría moverme entre ese territorio lúgubre de Faulkner, la temperatura moral de Steinbeck y la capacidad de manejar arquetipos y mitos que tienen Buzzati, Kafka o Calvino. Me gustaría y no llego, desde luego, pues aún me queda mucho camino por recorrer. En resumen, trato de no compartimentar demasiado lo que suele tomarse por real y lo que los bisnietos de la Ilustración siguen despreciando por salirse de lo empírico y racional. Y, una vez más, tiemblo en cuanto veo venir al reponedor. El sonido de su maquinita es como el de las mandíbulas de Alien, es escucharlo y me faltan pasillos en la Nostromo para salir corriendo.

Afirmaba Cortázar: “es algo muy simple, que puede suceder en una plena realidad cotidiana. Lo fantástico puede darse sin que haya una modificación espectacular de las cosas”. En tus relatos lo extraño, aparece en realidades cotidianas ¿Qué es para ti lo fantástico y qué función tiene en el momento de escribir sobre la naturaleza humana?
Abundando en mi respuesta anterior, no me atrae tanto lo fantástico, sea nuevo o viejo, como género que explota la anécdota, sino, en todo caso, como lenguaje narrativo que explora la condición humana. Ahí me siento más cerca de Cortázar que del realismo mágico, por irnos a otras latitudes literarias. Me seduce más todo lo que está implícito en Casa tomada, todo lo que de las sombras de esos personajes revelan a trasluz, que ver a una señora levitando como una santa en Cien años de soledad. No sé si me explico. Dicho de otro modo, me interesan más los conflictos de los colonos en Crónicas marcianas que los propios marcianitos. Y tanto o más que ese western sideral de mi queridísimo Bradbury, me conmueve la mirada de autores como Robert Aickman, por ejemplo, un cuentista de lo extraño y lo fantástico que trasciende las etiquetas y que todavía no es lo suficientemente conocido en España.

Lo importante es el fondo…
Lo que más me importa es volver a conectar nuestra razón con los mundos sutiles y nuestro corazón con la experiencia transferible del mundo. O sea, ahondar en esa exploración de la condición humana que señalo, que para eso deberíamos estar los escritores, pienso yo. Y si para ello he de echar mano de los sueños, de lo extraño y de lo supuestamente fantástico, pues manos a la obra, pero serán siempre herramientas, modos, caminos, y no un fin en sí mismos.

En El nudo de Koen, aparece la figura del doble en la relación de dos hermanos, uno muerto y uno vivo que comparten nombre. Como la historia de Salvador Dalí con su hermano mayor. ¿Te serviste de esta historia real para tu cuento?
Como dirían hace años en la tele, “me alegra que me haga esta pregunta”, pero me temo que el mismo relato te dará la respuesta. No solo conocía la historia, sino que por una suerte de azar objetivo es la semilla del cuento. En una especie de versión ligera del método paranoico crítico, un día anoté dos veces en mi cuaderno, a mano, el nombre de Salvador Dalí. A su lado, nunca supe por qué, o tal vez porque la pintura fue mi primera vocación, dibujé el rostro de Van Gogh. Lo guardé en mi carpeta de borradores promisorios y lo dejé enfriar. Cuando meses más tarde me puse a escribir El nudo de Koen, me encontré con la doble oportunidad de desarrollar un cuento que por tema y modo (la familia y, una vez más, el agua) encajara en mi futuro libro, es decir, Agua dura, que estuvo tres o cuatro años madurando en mi cabeza, y también en la antología Doppelgänger, para la que me invitaron a participar los editores de Jekyll and Jill en 2011.

Una vez ante el teclado, rescaté mis notas y jugué con esa idea del hermano condenado a vivir la vida del otro y el fantasma de ese hermano muerto, celoso de su espacio arrebatado. El resto de las claves están ahí, ya que en el relato menciono sutilmente a Dalí y a otros artistas que también tuvieron un hermano mayor con el mismo nombre, y del que sus padres tomaron de nuevo el nombre de pila para bautizarles: Beethoven y, oh, sorpresa cuando lo descubrí en una carta a Theo, el propio Van Gogh. De modo que ese cuento es, además de un complejo salón de espejos en su estructura, el resultado de una experiencia casi surreal para mí como escritor.

El nudo de Koen plantea también la simbiosis entre ambos hermanos, configurando un único ser. ¿Me equivoco si pienso una vez más en Cortázar y, en especial, a su relato Axolotl?
No era consciente de esa analogía al escribir el relato, pero está ahí, desde luego. No en vano pienso que, más allá de la ansiedad por la influencia, todo lo que leemos o vemos y de veras nos deja huella aparece tarde o temprano en lo que escribimos. Por eso, además, en mis relatos pueden rastrearse también fogonazos que vienen del cine o la pintura. Es decir, que creo más en el afloramiento inconsciente de lo que hemos aprehendido como lectores o como observadores, que en la estrategia deliberada que persiga versionar a las fuentes. Y digo esto reconociendo que hago las dos cosas: dejarme ir, pero también buscar. Por eso, por ejemplo, y ya que los has mencionado, me siento más lejos de Borges que de Cortázar, cuyos relatos me hablan como lo hacen los de Horacio Quiroga o Felisberto Hernández. Otra cosa es que yo esté sordo como una tapia la mayor parte del tiempo y mis cuentos no estén a su altura. Por cierto, hasta la fecha has sido la única periodista o crítica que ha reparado en lo de la simbiosis final entre los Koen… pero no vamos a estropearle más el misterio al lector, si te parece.

Las citas son una constante a lo largo del libro.
Lo de las citas no es nunca por capricho en mi libro, desde las que abren las tres secciones a las que presiden varios de los relatos, todas tienen un porqué que complementa, matiza o adelanta el sentido de mi texto. En el caso de “Islandia” y Faulkner salta a la vista, como sucede con Conrad, El corazón de las tinieblas y Los ojos de Sarah. En otras, el juego es más sutil, como con la cita de Cortázar en Propiedad privada, o, al inicio, con Chantal Maillard, a quien por cierto le envié mi libro y me respondió en un amable mensaje privado algo que me reservo pero que confirmó mi acierto al elegir sus versos: Escribo / para que el agua envenenada / pueda beberse.

Precisamente en Islandia donde citas Mientras agonizo, planteas un viaje en que tras la muerte, a través del paisaje de Islandia, las cartas y las cenizas, los hermanos protagonistas vuelven a encontrarse.
En cuanto a “Islandia”, quise incidir con mayor énfasis en un recurso presente a lo largo de todo el libro: el contraste. Hasta tal punto que el protagonista aparece como un ser anodino, que acepta lo que los demás han esperado siempre de él, poca cosa, la verdad, pero lo suficientemente gris como para ensombrecer toda su existencia. Sin embargo, el hermano muerto, poco a poco, se convierte precisamente para el protagonista y para el lector en un recordatorio vitalista, en un modelo menos miserable que defiende en voz alta la necesidad de perseguir nuestros sueños y permanecer fieles a nosotros mismos, sin atender a las expectativas de los demás, ni aunque sean las de nuestros padres. Pero no tengo tan claro que los hermanos se encuentren al final, de hecho y como hago con la mayoría de mis relatos, dejé ese final un tanto abierto para que fuera el lector quien acabara de armarlo en su interior.

Es un relato que condensa gran cantidad de matices de las relaciones humanas.
Sin modestia pero con toda humildad, lo cierto es que estoy satisfecho de ese relato, ya que concentra todo lo que he intentado hacer en mi escritura hasta el día de hoy: el trabajo con el lenguaje y sus campos semánticos, el tratamiento del paisaje en favor de la construcción del sentido de la historia, el uso de elementos simbólicos como los animales y los objetos para penetrar de otro modo en la psicología de los personajes, el filtro de la ficción para convertir en literatura mis propios demonios personales y poder así conectar con el lector, etcétera. En Islandia está todo lo bueno o malo que pueda ofrecer yo como escritor hasta ahora. Ya trabajo en otras cosas y pruebo herramientas distintas para futuros libros, pero supongo que si Islandia es el cuento que más ha calado entre los lectores y la crítica será que voy por buen camino. Además, va a ser mi primer relato traducido y se publicará este año en una prestigiosa revista literaria de Budapest. ¡Mi cuento en austrohúngaro! Si Berlanga levantara la cabeza creo que me daría un abrazo.

En tus relatos, la relación fraternal se repite con frecuencia ¿qué valor tiene este tipo de relación?
Mi libro investiga en la familia como fuente primigenia y vitalicia de conflictos, pero, como he comentado en otras entrevistas, hay puntos de vista sobre este tema que ya se han utilizado demasiado en la literatura y que no quería repetir: el complejo de Edipo, la traición de las hijas del rey Lear, el impulso de matar al padre, etcétera. En definitiva, relaciones de poder en las que los vástagos luchan por ocupar el lugar de sus mayores o huyen del peso de su herencia. Sin embargo, al elegir relaciones, digamos, de igual a igual, a menudo entre hermanos, pero también entre personajes que establecen una extraña relación fraternal entre ellos, he podido tratar otros matices que amplían el campo de visión sobre el tema, sin alejarse de lo familiar pero abarcando otras realidades vitales.

Aunque también aparecen otras figuras de la familia.
Por supuesto, hay figuras paternas y maternas en mis relatos, algunas tratadas de manera un tanto peculiar, y pulula también por Agua dura la sombra del incesto, pero, salvo en el caso de En la boca del otro, donde todo lo que sucede o se sugiere con la madre del protagonista tiene una carga dramática brutal, los relatos más relevantes de mi libro son, desde luego, historias entre hermanos.

Ampliemos el campo… La propuesta de Nuevo Drama, de la que eres uno de los generadores, sostiene la necesidad de recuperar el camino de los grandes maestros y, por tanto, no renunciar a las fuentes literarias.
Lo del Nuevo Drama no es generacional, por eso tuvimos mucho cuidado en emplear la palabra movimiento, que es lo que es, un paso, un desplazamiento que algunos verán hacia atrás y reaccionario, pero que nosotros vemos como un modo de recuperar un camino del que nos habíamos extraviado demasiado entre tanto sampleado, tanto neologismo y tanto fuego de artificio. Como si lo fraccionario, por ejemplo, se hubiera inventado ayer. En una entrevista que pude hacerle recientemente al editor Jacobo Siruela para la revista Quimera, y en la que hablaba del manierismo de estos tiempos, creo que podemos encontrar la clave de ese extravío: pocas cosas tan reaccionarias como seguir creyendo a ciegas en el mito del progreso.

¿Es una falacia pensar que los autores postmodernos escriben al margen de la tradición?
Claramente: sí. Nadie puede escribir al margen de la tradición, porque venimos de donde venimos, seamos conscientes o no de ello. El mismo Fernández Mallo, tal vez paradigma y gurú no tan involuntario de la llamada generación Nocilla, dice que su obra es profundamente realista. Y es cierto, Mallo me parece un poeta muy interesante y un narrador errático, pero tiene razón en eso. Incluso los autores que tienen todo el día en la boca palabras como google y creen estar abriendo caminos a machete no hacen otra cosa que repetir los modos de antaño: nada hay más decimonónico y realista que maravillarse por la técnica y la sensación de surfear la ola de los nuevos tiempos. Pero las olas vienen de lo profundo del océano y rompen en todas las playas. Y quienes surfeen sin tenerlo en cuenta se van a dar un batacazo considerable. A mí, y a quienes escribimos con cierta conciencia, digamos, ética de lo literario frente al mundo, nos interesa más el trabajo de buzo o el de pescador que el de surfero, aunque ese luzca más, y que cada uno lo entienda como quiera.

Defines tu narrativa como ejemplo del Nuevo Drama, una narrativa que busca emocionar al lector, contar grandes historias y huir del elitismo intelectual, pero, ¿tener como referente a Faulkner no es más propio de una élite lectora?
Claramente: no. Aunque si tener como referentes a Faulkner, Kafka o Conrad se considera propio de una élite, entonces sí, soy un bastardo elitista y podéis fusilarme.

Tus relatos tienen un matiz metanarrativo, más cerca del ejercicio intelectual que de la narrativa lineal.
Lo de metanosequé tampoco me pega, creo, y me parece que eso que llamas narrativa lineal está superado desde el inicio, si es que te refieres al modelo narrativo aristotélico y no a los novelones de Ken Follet, claro. Y cuando digo desde el inicio me refiero a que ya en La Odisea, por ejemplo, Homero se pasa por el forro a Aristóteles y echa mano de lo fragmentario, de los saltos en el tiempo, de los cambios de voz narrativa y hasta del baúl de la Piquer. Homero, nada menos. Y luego Dante. Y más tarde Shakespeare y Cervantes. Y un ratito después Dostoievski y Kafka. En fin, esos señores, ya sabes.

Entonces, ¿qué critica el Nuevo Drama?
Lo único que criticamos de toda esa autoproclamada vanguardia es precisamente su elitismo complaciente, su humo en frascos de medio kilo y sus motos a la venta. Si Andy Warhol es Dios y Kenneth Goldsmith su profeta, yo soy ateo, gracias.

Existen también los escritores que no pretenden ser vanguardia.
Claro, otra cosa son los autores honestos que escriben como escriben, fragmentario no, y que me gustan a veces, porque creen en ello y no pretender deslumbrar a nadie con todo un corpus teórico que acaba ahogando a la propia obra. Un corpus casi siempre apoyado en lo formal. Es como si leyéramos a Dostoievski todo el día flipado por el alumbrado eléctrico de las calles de Moscú, en vez de estar a lo que estaba: la exploración del espíritu humano.

Los clásicos también se apoyaron en clásicos.
Dostoievski, por seguir con el ejemplo, se apoya en los grandes poetas épicos de la Historia pero renueva al mismo tiempo la literatura de su época, como Joyce, por citar un caso más fácilmente rastreable de ese proceso. Pero sin esa hondura, sin esa relectura de los clásicos, no hay experimentación formal que sostenga nada a lo que se le pueda llamar decentemente innovador. Todos los grandes renovadores de todos los linajes del Arte se apoyaron siempre sobre lo anterior y lo miraron de otro modo, sí, pero no le tomaron el pelo a nadie hablando de lo listos que eran al inventar algo. Como dice el koan zen: “el tigre no habla de la tigritud, salta”.

Quizá en otras disciplinas artísticas no se tilda de elitista con tanta facilidad…
El problema con los libros es que es mucho más fácil crear confusión teórica, porque no producen una impresión o una decepción tan instantáneas como el arte o la música, por ejemplo. Y porque la gente lee poco y, al no conocer los precedentes, se le puede vender como nuevo lo que no lo es. Con un libro hace falta un esfuerzo mayor para elaborar una respuesta intelectual, emocional y moral, aunque sea en el tiempo invertido hasta que el estímulo se traduce en impresión y la impresión en idea o sentimiento hacia lo leído. En ese limbo se mueven los verdaderos elitistas, a veces con piel de cordero, a menudo con los aspavientos de un vendedor de linimentos del lejano Oeste. Cuando un cocinero que conoce bien su oficio ve las patochadas de Ferran Adriá se lleva las manos a la cabeza. Pero en la cocina, cuando desaparecen el señuelo visual y el artificio, también hay un estímulo inmediato en el paladar. En otras palabras: seguro que, aunque ahora se dedique al circo para ganar dinero, hasta Ferran Adriá sabe hacer unas lentejas de la abuela si se lo propone. El problema con algunos escritores es que quieren hacer malabares con toda la cacharrería que encuentran en la cocina, pero te queman siempre las jodidas lentejas y luego, para colmo, te dicen con desprecio que es que no sabes comer.

También habrá a quién le gusten las lentejas chamuscadas.
Claro que habrá quien prefiera el sabor de lo calcinado, supongo. En este sentido, veo a Vila-Matas en Kassel y me inquieto, porque temo que uno de los autores más interesantes de su generación, al que leí con verdadero interés hace una década, acabe rizando el rizo con tal de soñarse todavía a la vanguardia de no se sabe qué. Ahí, y lo digo con todo respeto, sí veo cierto elitismo y, desde luego, demasiada metaliteratura, aunque lo verdaderamente descorazonador es ver cómo vienen algunos autores jóvenes, sin el talento ni el bagaje de lecturas de Vila-Matas y con el doble de soberbia para demostrarnos cuánto saben y qué poca vida alberga lo que hacen.

Pues no sé yo si habrá que meter mano o quedarnos con el socorrido “es lo que hay”.
Lo que yo digo ahora no tiene ni tendrá la menor importancia, como no la tendrá el Nuevo Drama, un sello tan tonto como cualquier otra etiqueta del supermercado. Como en tantas exposiciones de arte contemporáneo, la gente con pretensiones se mira de soslayo sin atreverse a pronunciar palabra, no vayan a señalarles con el dedo por paletos si dicen lo que tal vez piensen de veras. En el Nuevo Drama quizá seamos esos paletos, unos que entienden la fuente de Duchamp pero se ríen con el chiste, como se ríen de los inventos de Ferran Adriá. Unos paletos de pueblo que van a la cocina a hacerse unas lentejas que puedan comerse los amigos. En fin, que cada uno lea y disfrute con lo que quiera, que nada de todo esto es importante. Y vamos a comer, que ya es hora. ¿Unas lentejas?

 

Karin Tidbeck - El erotismo de un zepelín

Llega a España Jagannath una antología de 13 relatos de  Karin Tidbeck, finalista de los World Fantasy Convention, los Óscar de la literatura fantástica. Reproducimos la reseña, que incluye un vínculo a ‘Beatrice’ primer relato del volumen.

Está publicada en:


 

La autora sueca Karin Tidbeck firma en 'Jagannath' una antología de relatos de prosa quirúrgica e imaginación sin límites


Ángel Luis Sucasas Madrid 25 MAR 2014

 


 
ampliar foto Portada para la edición española de 'Jagannath' (2014, Nevsky), de Karin Tidbeck.


Un hombre enamorado, en cuerpo y alma, de un zepelín. Tres escuálidas niñas que alimentan a sus tres orondas tías con las entrañas de sus ancestros. O la magia de descubrir a Madre, un ser que contiene en su interior un pequeño mundo de hombres y mujeres cuyos países son Hígado, Vesícula, Estómago o Cabeza. El universo de Karin Tidbeck (Estocolmo, 1977) es una oda al surrealismo, a la perversidad y a una idea central que obsesiona a la autora: "¿qué es la realidad y cómo puede cambiarse?". Jagannath (Nevsky, 2014), una antología de 13 relatos finalista de los World Fantasy Convention (los Óscar de la literatura fantástica), es su puesta de largo en las estanterías españolas.

Los comienzos en los relatos de Tidbeck son un aterrizaje forzoso en un mundo bajo otras reglas. Beatrice, el primer relato, que puedes leer en este enlace, comienza así: "El doctor Franz Hiller se enamoró de un dirigible". Poco después, la autora salta al vacío con una descripción erótica, suntuosa, del zepelín: "Tenía el cuerpo ovalado y orondo, la piel, de un brillo apagado, bien tensada alrededor de un esqueleto de acero suavemente redondeado [...]. Beatrice era perfecta [...]. Franz sentía que ella le dedicaba toda su atención, notaba el ardor de su mirada sin ojos.". Sin metáforas, sin metaliteratura, sin excesos retóricos. Prosa de cirujana para describir no una fantasía, sino otra realidad: "Solo puedo explicarlo de una forma visceral. Para mí, es la forma en la que se expresa el fantástico. Digámoslo así: Estoy más interesada por escribir historias dentro de lo extraño".

La literatura extraña —término acuñado por el autor gótico Sheridan Le Fanu y llevado a su finura teórica por H.P. Lovecraft en su célebre ensayo El horror en la literatura (Alianza Editorial, 1927)— está viviendo un momento dorado en Europa. Y con autoras como principales protagonistas. Desde Rusia, Anna Starobinets con su antología Una edad difícil (Nevsky, 2012); en Italia, Lorenza Ghinelli con El devorador (Suma de letras, 2012); en España, cuentos como Céfiro de Sofía Rhei, incluido en la revista Presencia humana (Aristas Martínez, 2013); y desde Suecia Tidbeck, que ha sublimado este estilo que desdibuja la frontera marcada por el filósofo Tzvetan Todorov entre lo maravilloso, lo realista y lo fantástico para forjar ese new order que la obsesiona: "Prefiero estar dentro de la dimensión alienígena, describiendo de la forma más precisa, concreta y transparente sus reglas, que estar fuera y narrar ese encuentro, desde un punto de vista externo, con lo maravilloso y lo fantástico". Una idea que lleva al extremo en un relato de esta colección, Pyret, en el que Tidbeck inventa a una supuesta criatura del folclore nórdico y la acompaña de un exhaustivo recorrido bibliográfico por obras reales a las que añade citas ficticias.

Me interesa escribir historias desde 'dentro' de lo extraño"


La escritora sueca Karin Tidbeck, autora de 'Jaggannath'. / Charlotte Frantzdatter

Jagannath sube el último peldaño en la escalera creativa con un relato del mismo título que la antología, el más extremo y el más asombroso en una colección prolija en lo insólito. No fue escrito de manera convencional, sino que aprovechó la tortura literaria a la que se someten los escritores que participan en el Clarion Writers' Workshop, uno de los más prestigiosos talleres literarios a nivel mundial de género fantástico y cantera de autores como George R.R. Martin u Octavia Butler: "Son seis semanas, a relato por semana. Tienes 17 compañeros que te criticarán sin piedad. Después de unos cuantos días, la gente se volvía un poco loca. La gente se hacía pedazos poco a poco porque escribir historias a semejante ritmo te deja tocado el cerebro. Cada vez escribíamos cosas más y más raras. A la quinta semana, se hacen historias que uno no sabía que era capaz de hacer. Y a la sexta semana, estábamos más allá. Jagannath es de la sexta".

Pero todo este esfuerzo persigue ambiciones que van mucho más allá de lo literario para Karin Tidbeck, un plan que la escritora enuncia más en serio que en broma: "Mi plan secreto es cambiar la realidad. Y como la realidad se construye con un consenso, si cambiamos este, podemos cambiar la realidad. Sueño con ese día en el que uno de mis lectores camine por la calle y de pronto se cruce con un ciempiés gigante. ¿No sería maravilloso?".

 

martes, 25 de marzo de 2014

Diez escritores de los que deberías haber oído hablar


Como lógica continuación a lo publicado en el blog hace unos días, sobre escritoras noveles, reproducimos esta reseña sobre diez escritores masculinos de novedosa actualidad.

Publicado en
 
 

Jóvenes autores como Tao Lin, Ben Brooks, Noah Cicero, Miqui Otero o Jesús Cañadas están revolucionando el panorama editorial con libros valientes y de gran calidad literaria

      

1 Tao Lin

 

 

JAIME GARCÍA
El escritor Tao Lin

Tao Lin (Nueva York, 1983) tituló «Eeeee Eee Eeee» su primer libro y llamó «Richard Yates» a una de sus novelas por el autor de «Revolutionary Road». Ni rastro de complejos, por tanto, en este joven escritor estadounidense de origen taiwanés que, sin pretenderlo, se ha convertido en el estandarte de eso que algunos se empeñan en denominar «Alt Lit» y que él se niega a definir porque solo se trata de «escribir». Escribir en la época post Web 2.0 y hacerlo con las herramientas que todos manejamos en el mundo virtual y que solo algunos aceptan como válidas en la Literatura. Pero, más allá de etiquetas, lo cierto es que Tao Lin ha logrado graduarse con nota en su nueva novela, «Taipéi», un libro más allá de la autobiografía que refleja la ansiedad de la juventud de nuestros días por experimentar sin llegar a sentir.

2 Blake Butler

 


ABC
 
El escritor Blake Butler

Autor de la colección de relatos «El atlas de ceniza» y de las novelas «Ever» (2009) y «There Is No Year» (2011), Blake Butler (1979) ocupa ya un lugar más que destacado entre los nuevos escritores de la joven narrativa norteamericana. Alabado por su estilo visceral y la erudición que desprenden sus libros, coordina el blog literario «HTML Giant» y las revistas «Lamination Colony» y «No Colony».

 

3 Javier Gutiérrez

 

ABC
El escritor Javier Gutiérrez

En 2012, Javier Gutiérrez (1974) publicó «Un buen chico», su tercera novela. Ganador del certamen de narrativa breve José Saramago (2008) y finalista del Premio Tiflos de libro de relatos (2010), pese a que Gutiérrez es licenciado en Economía e incluso ha trabajado como economista, siempre tuvo claro que su vocación estaba del lado de la Literatura. Con su novela «Lección de vuelo» logró el Premio Opera Prima Nuevos Narradores.

 

4 Ben Lerner

 


MATT LERNER
El escritor Ben Lerner

Finalista del prestigioso National Book Award y becado por la Howard Foundation, en 2011 Ben Lerner (1979) fue el primer escritor norteamericano que obtuvo el premio Münster for International Poetry. Autor de tres libros de poesía («The Lichtenberg Figures», «Angle of Yaw» y «Mean Free Path»), Lerner es profesor de escritura en el Brooklyn College. El año pasado, Mondadori publicó en España «Saliendo de la estación de Atocha», su primera novela. Un libro redondo que logró el elogio unánime de la crítica.


5 Justin Taylor

 


ABC
El escritor Justin Taylor

Justin Taylor (1982) debutó con «Aquí todo es mejor», un sorprendente libro de cuentos que viaja con sobresaltos líricos y futuristas al corazón de la actual juventud. Después llegaría «El evangelio de la anarquía», una novela hermosa y brutal que le confirmó como un autor en mayúsculas. Además de haber editado libros de relatos de varios autores, Taylor colabora en «The Believer», «The Nation» o «Time Out New York».

 

6 Ben Brooks

 

INÉS BAUCELLS
El escritor Ben Brooks

Ben Brooks (Gloucestershire, 1992) publicó si primera novela con 16 años, pero fue con «Crezco», traducida en 2012 por Blackie Books, cuando descubrimos a este vivaz e irreverente cronista de la adolescencia. Ahora, con apenas 22 años, publica su quinta novela, «Lolito», nueva vuelta de tuerca a ese universo de quinceañeros confusos y atolondrados con la que aborda con total naturalidad y gran sentido del humor el desamor, las relaciones «prohibidas» en la era digital y, en fin, los desmanes que acompañan a ese oficio triste que es crecer. De «Lolito» Nick Cave ha dicho que es una de las novelas más divertidas que ha leído nunca aunque, cosas de la edad, a Brooks no le impresiona que lo diga el Cave músico, sino que se queda con el Cave autor de «La muerte de Bunny Munro».

 

7 Miqui Otero

 

INÉS BAUCELLS
El escritor Miqui Otero

Elevación, elegancia y entusiasmo. Lo dejó dicho Francisco Casavella y lo suscribe, punto por punto, el periodista y escritor barcelonés Miqui Otero (Barcelona, 1980), señalado por muchos como el heredero natural del autor de «El secreto de las fiestas». Se estrenó como Talento FNAC en 2010 con «Hilo musical», relato generacional y crónica de esa tropiezo continuo que es crecer, y en 2012 se atrevió a reinventar y actualizar el formato «Elige tu propia aventura» con «La cápsula del tiempo», novela de formación «deformada» con 37 finales posibles, humor a flor de piel y el fracaso como glorioso mecanismo de aprendizaje. Presente en la antología de nuevos narradores «Última temporada», Otero es también profesor de periodismo y literatura en la UAB y uno de los responsables, junto a Kiko Amat, del festival literario-musical-vivencial Primera Persona.

 

8 Jesús Cañadas

ABC
El escritor Jesús Cañadas

La gran esperanza de la literatura fantástica y, con permiso del algo más mayor Marc Pastor, uno de los autores que mejor ha sabido centrifugar aventuras, ciencia-ficción y referentes culturalmente dispersos. Firma habitual de revistas de género como «Asimov Magazine», «Miasma» o «Aurora Bitzine»,Jesús Cañadas (Cádiz, 1980) publicó en 2011 su primera novela, «El baile de los secretos», con la que resultó finalista de los Premios Scifiworld. E 2013, mucho antes de que «True Detective» llenase las redes sociales de espontáneos admiradores de Lovecraft, el autor gaditano ya se había liado la manta a la cabeza para remezclar y reinventar la vida del escritor estadounidense en la trepidante, demencial y adictiva «Los nombres muertos», su estreno en el sello fantástico de Mondadori.

 

9 Noah Cicero

 
 

ABC
El escritor Noah Cicero

Empezó a publicar a los 23 años, y aunque actualmente apenas suma 34, ya está considerado el padrino de la Alt Lit y uno de los autores más influyentes de su generación. Inédito por el momento en España, Noah Cicero (Ohio, 1980) prepara su entrada en el mercado editorial español de la mano de Pálido Fuego con su sexta novela, «Best Behavior», un retrato inclemente sobre eso que se ha llamado Generación Y y que no es más que ese grupo de jóvenes nacidos entre 1980 y 1985 que acumulan tantas expectativas como falta de oportunidades. El propio Cicero, autor de títulos como «The Human War», «The Condemned» y «The Insurgen», se define como un escritor político, existencialista y obsesionado con escribir una novela capaz de definir a su generación.

 

10 Juan Soto Ivars

 

algaida
Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) es, además de uno de los pocos nombres que se repiten en «Bajo treinta» y «Última temporada», las dos antologías recientes sobre nuevos narradores, un prometedor heredero de la tradición satírica y burlesca de la literatura española. Se estrenó en 2010 con «La conjetura de Perelman» y un año más tarde publicó «Siberia», pero ha sido «Ajedrez para un detective novato», novela que le valió el Premio Ateneo Joven de Sevilla de Novela 2013, la que le ha descubierto como aplicado discípulo de Jardiel Poncela y Eduardo Mendoza.

 

 



Octavio Paz, recordado por Elena Poniatowska

El próximo día 31 de marzo, será el centenario del nacimiento del Premio Nobel Octavio Paz.
Se reproduce esta reseña publicada en

 
"Octavio Paz fue un hombre que vivió para las letras" (Elena Poniatowska)

 

La escritora mexicana, y biógrafa del Nobel de Literatura de 1990, recuerda al poeta

Elena Poniatowska Lisbeth Salas

 
México  (EFE/Paola Martínez Castro).- El poeta Octavio Paz fue "un hombre que vivió para las letras", que unió a México con otras naciones y estuvo ligado a las causas sociales, destacó la escritora mexicana y biógrafa del Nobel de Literatura de 1990, Elena Poniatowska, en una entrevista con Efe.

"Fue un hombre puente porque unió a México con Japón, unió a México con Francia", y al ganar el Premio Nobel "situó a México en un punto muy importante", señaló la autora de "Octavio Paz: la palabras del árbol" (2009), una biografía donde recupera las entrevistas y las charlas que mantuvieron durante años.

Para cualquier país latinoamericano, ganar e Nobel es "aparecer de pronto en el mapa; para Colombia, Gabriel García Márquez ha sido providencial", comentó la ganadora del Premio Cervantes 2013.

La autora de "La noche de Tlatelolco" recordó que conoció a Paz (1914-1998) cuando era muy joven en una "gran cena" que el también escritor Carlos Fuentes ofreció en 1953 en honor del poeta al regreso de este al país después de una misión diplomática.

"Allí lo conocí y se veía (...) muy feliz", aunque en aquella época "no se vestía bien como cuando se casó con Marie José Tramini, quien lo empezó a vestir como un dandi", recordó la novelista y añadió que era "un hombre guapo y lo sabía".

"Yo estaba escandalizadísima con él porque (en 'Libertad bajo palabra') escribió que el sexo de la mujer era el horno donde se fabricaban las hostias y yo era una niña que me persignaba a cada rato y pedía perdón todo el día".

En aquel primer encuentro, "le dije que le decían el becerro de oro porque todos lo adoraban", un comentario que cree que no le gustó "tanto".

"Luego nos quisimos mucho", pero después de muchos años "él se enojó cuando hice la novela de Tina Modotti ("Tinísima", 1992)" pues, en su opinión, "no tenía por qué dedicarle un solo esfuerzo a una comunista y a una estalinista".

"A mí no me distanció, pero yo creo que él no estaba contento con eso", dijo Poniatowska, quien recordó que conserva poemas que Paz le corrigió. "Todavía está ahí su letra, tengo que buscarlos porque todo está en cajas", agregó.

Recordó que Paz escribió el prólogo de "La Noche de Tlatelolco", que narra la matanza de estudiantes del 2 de octubre de 1968, un episodio que llevó al poeta a renunciar a su puesto de embajador en la India.

Paz "había visto fotografías y cosas que nunca vimos en México porque fueron censuradas y prohibidas" y renunció a su cargo en rechazo a la represión del Gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Además de la labor de Paz como diplomático y traductor, Poniatowska destacó su papel como editor al fundar varias revistas, entre ellas Plural y Vuelta, en las que promovió a muchos jóvenes como Alberto Ruy Sánchez, Enrique Krauze y Christopher Domínguez.

Declinó decantarse por el Paz poeta o por el ensayista porque "los dos se complementan", y señaló que su obra cumbre es "El laberinto de la soledad" (1950), un análisis de México en que habla "de la chingada, nuestra madrecita que se entregó a Hernán Cortés", y de que "somos un pueblo inseguro y gritón".

"Fue un hombre enlace, puente, que liga a los países entre sí", insistió Poniatowska tras recordar que "se interesó muchísimo por Japón, tradujo y escribió él mismo haikús (poemas cortos de origen japonés)".

"También se interesó muchísimo por traer a México el surrealismo", aunque André Breton, uno de los más grandes exponentes de este movimiento, ya había estado más de tres meses en el país en 1938.

La periodista recordó que después de que ganó el Nobel en 1990, Paz se convirtió en "el intelectual que el país presentaba al mundo". Cuando llegaban los presidentes, el escritor era el "interlocutor verdadero".

Era "la gran figura" que México podía ofrecer. "Supongo que no se puede sustraer a este pedestal en el que te colocan; era como el santo, el intelectual (...), era todo", dijo Poniatowska, quien consideró "muy difícil criticarlo en ese sentido".

Reconoció que el poeta tuvo un "desencanto" con la izquierda como lo tuvieron muchísimos otros, un tema difícil para ella porque, dijo, ella ha estado siempre "del lado de las causas de los más débiles y de los más abandonados, y eso -dijo- es estar del lado de la izquierda".

Sin embargo, apuntó, fue un hombre cercano al pueblo, "que tomaba en cuenta a los demás" y que "estuvo ligado incluso a las causas de los indígenas".

Ahí está su poema circular "Piedra de sol" y "Magia de la Risa", un libro "de una enorme alegría sobre las caritas sonrientes" de los indígenas totonacas.

"México lo amó muchísimo" y merece este homenaje con motivo del centenario de su natalicio, que se cumple el 31 de marzo. "Es un hombre que vivió para las letras" y que "ha sido importantísimo para México", remató.

 

OCTAVIO PAZ: UN SIGLO DE POESÍA Y PENSAMIENTO »

El próximo día 31 de marzo, será el centenario del nacimiento del Premio Nobel Octavio Paz.
Se reproduce esta reseña publicada en
 

Octavio Paz: el intelectual total y su puesta en claro del idioma


Poeta, ensayista, traductor y pensador, es una de las figuras clave de literatura en español

Su gran instrumento fue la lengua de todos los días. Una y otra vez renovó su idioma en el acervo popular





Octavio Paz en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en 1989.

Borges generó la ilusión de que había leído todos los libros y revisado todas las bibliotecas. Su erudición parecía tan absoluta que, en su caso, el olvido era una forma de la cercanía y la espontaneidad. Importa poco saber si sus alusiones se basaban en conocimientos reales. Su destreza literaria nos hizo sentir que así era. Lo singular es que ese intrincado universo dependía de certezas y pasiones cotidianas. En su último relato, La memoria de Shakespeare, el protagonista hereda los recuerdos del tumultuoso autor inglés y descubre, asombrosamente, que son tan comunes como los de todos los hombres. Ya Beatriz Sarlo señaló con acierto que el Borges metafísico, tan discutido, se sustenta en el Borges orillero, menos valorado.

Algo similar sucede con Octavio Paz. La riqueza de su pensamiento suscita la impresión de que sólo se ocupó de temas complejos, fundamentales, altamente sofisticados. El inventario de sus intereses incluye las luchas sociales del siglo XX, los presocráticos, el arte tántrico, Sor Juana y Siglo de Oro, Marcel Duchamp, el mito en Mesoamérica, el estructuralismo, las vanguardias, el PRI, el erotismo, las drogas, el haikú y el expresionismo abstracto. En libros como Blanco y Ladera Este su poesía adquiere elevada temperatura intelectual: versos que son ideas. En opinión de Alejandro Rossi, fue “un enamorado de la modernidad”. No rehusó la experimentación ni el diálogo con otras disciplinas. Enciclopédico y torrencial, parecía dedicado a la desmesura de construir la civilización de un solo hombre.

Enciclopédico y torrencial, parecía dedicado a la desmesura de construir la civilización de un solo hombre

Es fácil advertir la originalidad de Borges al abordar la literatura fantástica como una rama de la filosofía. Más complicado resulta advertir ahí el eco de sus caminatas de barrio. La imaginación es como la memoria de Shakespeare: su lejano fulgor depende de una chispa que pasa inadvertida por ser demasiado próxima y que surge de las asperezas diarias. La galaxia de intereses pazianos deriva un mismo estímulo: el lenguaje que escuchó con fervor crítico.

De niño oyó a su abuelo, el editor y político liberal Ireneo Paz, y se acercó a los rumores de la plaza de Mixcoac, donde se mezclaban los feligreses de la iglesia, los vendedores ambulantes y los pregoneros de la Revolución. En la Guerra Civil española presenció una escaramuza y descubrió una lección de otredad: incluso el enemigo tiene voz humana. No es casual que se interesara en la antropología, de los Tristes trópicos de Claude Lévi-Strauss a Las enseñanzas de don Juan, de Carlos Castaneda.

Cazador de palabras, admiró la libertad del surrealismo, pero, como Buñuel en Los olvidados, quiso devolverlo a una realidad intervenida por el inconsciente.

Su gran instrumento fue la lengua de todos los días. No es casual que algunos de sus títulos provengan de refranes o frases hechas: Las peras del olmo, Libertad bajo palabra, ¿Águila o sol? (nuestra manera de decir “¿cara o cruz?”). Su mayor logro en esta línea fue convertir un término de electricistas en una opción intelectual: Corriente alterna.

En 1943 escribió elocuentes artículos sobre el habla popular mexicana. Ahí se ocupó del vacilón, la muy mexicana manera de bromear: “El vacilón es una especie de pinchazo que desinfla globos públicos y privados. Es una advertencia contra la vanidad y la fanfarronería, contra las posturas excesivas o patéticas”. Dedicó otro texto al ninguneo, ejercicio vernáculo que convierte a los demás en sombras, y adelantó las reflexiones que en El laberinto de la soledad dedicaría a la chingada: “Los mexicanos, en lugar de convertir a su madre en ramera, la sustituyen por otra: la nada”.

Una y otra vez renovó su idioma en el acervo popular, celebrando las “fantasías y delirios verbales de los mexicanos”

Una nota policiaca llamó su atención: el suicida Juan Camacho había muerto exclamando “qué sabroso veneno”. Esto lo llevó a una reflexión sobre los placeres de la muerte, del mismo modo en que la costumbre de vestir pulgas lo llevó a considerar que sólo un país de inmensos volcanes podía admirar tanto las miniaturas.

Una y otra vez renovó su idioma en el acervo popular, celebrando las “fantasías y delirios verbales de los mexicanos”. No es casual que escribiera el prólogo a Nueva picardía mexicana, de Armando Jiménez: “Aquí sí hay lenguaje en movimiento, continua rotación de las palabras, insólitos juegos entre el sentido y el sonido, idioma en perpetua metamorfosis”.

Algunos de sus mejores textos representan un juego de rotación entre lo culto y lo popular. En el poema Las palabras, escribe: “Dales la vuelta,/ cógelas del rabo (chillen, putas),/ azótalas,/ dales azúcar en la boca a las rejegas […]házlas, poeta/ haz que se traguen todas sus palabras”.

La consigna encarna en otros textos: “Esta vez te vacío la panza, te tuerzo, te retuerzo, te volteo y voltibocabajeo, te arranco el pito, te hundo el esternón. Broncabroncabrón. Doña Campamocha se come en escamocho el miembro mocho de don Campamocho”. Afrenta, risa, desmadre: poesía de Octavio Paz.

Su vasta obra fue, entre otras cosas, una puesta en claro del idioma. La hondura y variedad de sus ideas provocaron que en ocasiones fuera percibido como un autor de gabinete, de exclusivo interés para un círculo de selectos especialistas, un especulador ajeno al flujo de la vida. Nada más falso. Sólo alguien abierto a los misterios de la sencillez podía escribir esta estampa de Miguel Hernández: “Lo conocí cantando canciones populares españolas, en 1937. Poseía voz de bajo, un poco cerril, un poco de animal inocente: sonaba a campo, a eco grave repetido los valles, a piedra cayendo en un barranco”.

Su principal gesto poético fue el de atrapar el instante como un destello cargado de otro tiempo

Paz supo oír la caída de las piedras, las voces sueltas, el oleaje de lo diario. En su discurso de aceptación del Premio Nobel se refirió a la vigencia del mundo indígena: “Nos habla en el lenguaje cifrado de los mitos, las leyendas, las formas de convivencia, las artes populares, las costumbres. Ser escritor mexicano significa oír lo que nos dice ese presente — esa presencia. Oírla, hablarla, descifrarla: decirla”.

Su principal gesto poético fue el de atrapar el instante como un destello cargado de otro tiempo. Vivimos con facilidad en el recuerdo del pasado o la anticipación del porvenir. ¿Dónde está el presente? Octavio Paz buscó ese esquivo momento. En su aniversario, el idioma cumple cien años de presente.